Texto de la intervención de Clotilde Pascual en la mesa redonda "Les depressions, una 'epidèmia' actual? que tuvo lugar en la sala de actos del Ateneu Barcelonès el 13 de marzo de 2009.
La depresión es el diagnóstico preferido de nuestra actualidad. Los sujetos llegan a las consultas con una queja que es verdadera, pero que al mismo tiempo es un antídoto multiuso. Con esta queja el sujeto neutraliza cualquier otro síntoma al menos en un primer momento, así como la responsabilidad en lo que le ocurre. Por supuesto me estoy refiriendo a las depresiones neuróticas que no son de tipo psicótico como la melancolía en los trastornos del humor. Por ello es fundamental un diagnóstico de estructura en todos los casos. Diagnóstico que tendrá en cuenta el afecto de tristeza y de duelo por la pérdida de objeto, en el caso de una neurosis o de rechazo, es decir imposibilidad de duelo por las pérdidas, en el caso de las psicosis.
Por otro lado, en torno al aumento de este diagnóstico en los casos de neurosis, en nuestra sociedad contemporánea, podríamos pensar que también hay un “mercado” o una moda en relación a la clínica. Es decir que cuanto más se diagnostique este síndrome más sujetos dirán que lo tienen. Así ocurre con otras manifestaciones sintomáticas que se sitúan según la época a modo de “contagio” o sugestión histérica, en que el sujeto se da una identidad a partir de una afirmación en su patología.
CAUSAS
Lo fundamental, para un primer acercamiento a este tema, será tener en cuenta de que raíces surge el afecto depresivo y qué modalidad de lazo social pone en evidencia. Un lazo social que trata del goce que lleva consigo, de ese más allá del principio de placer freudiano, nombre de la pulsión de muerte.
Se puede decir de la Depresión que es la enfermedad del siglo XXI. Numerosos artículos tanto de la literatura médica y farmacéutica como aparecidos en diferentes periódicos de nuestro país lo testimonian. No voy a enumerarlos, porque seguramente ya conocen los datos, que se pueden encontrar continuamente. Recuerdo una campaña de difusión sobre la Depresión en Barcelona, de hace unos dos años llevada a cabo por Sanidad, que hacia aparecer unos carteles en paradas de autobús o situados al nivel de las farolas que se superponían con los carteles que anunciaban una obra de teatro. En ellos se decía que la población tenía que “ayudar” a los que aparecían sobre el cartel en posición de “triste figura”, no dejarles solos y aconsejarles que acudieran a un profesional que les ayudara. Me llamó la atención, porque esta forma de anunciar la depresión no tiene en cuenta la diferencia con la tristeza y que la tristeza no es siempre expresión de una enfermedad. La tristeza como la alegría es expresión de las emociones de los seres humanos a las que hay que dar un lugar en la vida anímica.
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Por otro lado, en torno al aumento de este diagnóstico en los casos de neurosis, en nuestra sociedad contemporánea, podríamos pensar que también hay un “mercado” o una moda en relación a la clínica. Es decir que cuanto más se diagnostique este síndrome más sujetos dirán que lo tienen. Así ocurre con otras manifestaciones sintomáticas que se sitúan según la época a modo de “contagio” o sugestión histérica, en que el sujeto se da una identidad a partir de una afirmación en su patología.
CAUSAS
Lo fundamental, para un primer acercamiento a este tema, será tener en cuenta de que raíces surge el afecto depresivo y qué modalidad de lazo social pone en evidencia. Un lazo social que trata del goce que lleva consigo, de ese más allá del principio de placer freudiano, nombre de la pulsión de muerte.
Se puede decir de la Depresión que es la enfermedad del siglo XXI. Numerosos artículos tanto de la literatura médica y farmacéutica como aparecidos en diferentes periódicos de nuestro país lo testimonian. No voy a enumerarlos, porque seguramente ya conocen los datos, que se pueden encontrar continuamente. Recuerdo una campaña de difusión sobre la Depresión en Barcelona, de hace unos dos años llevada a cabo por Sanidad, que hacia aparecer unos carteles en paradas de autobús o situados al nivel de las farolas que se superponían con los carteles que anunciaban una obra de teatro. En ellos se decía que la población tenía que “ayudar” a los que aparecían sobre el cartel en posición de “triste figura”, no dejarles solos y aconsejarles que acudieran a un profesional que les ayudara. Me llamó la atención, porque esta forma de anunciar la depresión no tiene en cuenta la diferencia con la tristeza y que la tristeza no es siempre expresión de una enfermedad. La tristeza como la alegría es expresión de las emociones de los seres humanos a las que hay que dar un lugar en la vida anímica.
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