Habitar la ciudad
Jose Manuel Hernández
Uno de los objetivos fundacionales de Espai Freud, puesto de relieve en su declaración de principios, es el de llevar a cabo encuentros transdisciplinares en los que el intercambio de ideas y el debate tranquilo se convierta en eje vertebrador a partir del cual sea posible interrogarnos acerca de cuestiones más o menos palpitantes, movidos a su vez por un claro denominador común: el de romper el aislamiento que, soberano, gobierna a menudo nuestra realidad cultural. Junto a esa primera intención, se hace viva además otra voluntad profundamente vinculada al tema que nos convoca aquí : la firme necesidad de poner en juego al psicoanálisis, con todo lo que dicha operación implica, por medio de debates públicos conectados en la forma y el fondo a la configuración sociocultural de la ciudad. De ese doble movimiento emerge el intento de sumar voces y experiencias intelectuales que, debido a la compleja historia intelectual de nuestro país y a una cierta inercia en el funcionamiento de determinadas dinámicas internas, se han ido quedando en los estrechos márgenes del ámbito especializado o, directamente, ausentes de toda reflexión social o humanística. Así pues, una de las líneas de actuación de Espai Freud pone de relieve de manera preeminente su profundo y deseoso carácter urbano. De hecho, no hay duda de que sin el entresijo discursivo y espacial propios de la ciudad, una experiencia como la nuestra no hubiese contado con las plataformas adecuadas para poder interrelacionar ámbitos distintos de lo intelectual. Por otra parte, un rápido repaso de la historia intelectual del siglo XX demuestra que el nacimiento del psicoanálisis y su evolución posterior, debe mucho a la consolidación del espacio urbano de la modernidad, gracias sobre todo al empuje que el afianzamiento de nuevas estructuras dará a la circulación de las ideas: la Viena de fin de siglo, por su particular historia cultural, deviene paradigma de esa posibilidad; más adelante, en periodos de turbulencias teóricas y ansiadas refundaciones, las ciudades van a seguir cumpliendo una función capital, posibilitando en gran medida no solo el debate de ideas sino, sobre todo, la interacción con la política a través de la interrogación salvaje propia del siglo pasado. Es así como el centro de París se convertirá en escenario privilegiado y modelo de la yuxtaposición discursiva de esa tensión. Aún así, antes de que la ciudad deviniese agente activo e indisociable del 68, fue necesario un proceso de profundos cambios puestos ya en acto desde el siglo XVIII, que van a ir modificando profundamente no solo las relaciones económicas y sociales sino, también, el imaginario colectivo a través del cual se consolida el discurso de la modernidad y su contraste. Gracias a él, surgirán diversas experiencias intelectuales y estéticas que, de manera central o colateralmente, darán cuenta de esa metamorfosis, celebrándola, poniéndolo en tela de juicio o a través de una ambivalencia de sentido que problematiza la relación que numerosos novelistas, arquitectos, pensadores o poetas mantienen en su obra con ese halo llamado progreso. En ese debate de discursos que en ocasiones se contradicen entre si, el devenir de la historia, impugnado o idealizado, señalado como fuente de todos los males o salvación mesiánica de una humanidad en tránsito de si misma, seguirá a ritmo de locomotora su curso, encarnándose definitivamente, a través de círculos concéntricos cada vez más amplios, en el cuerpo de la ciudad. La reflexión sobre lo urbano, las implicaciones que el desmantelamiento del viejo mundo va a tener en la percepción de la realidad y, sobre todo, el desasosiego producido por los nuevos modelos de representación social y cultural se materializarán, paradigmáticamente, en la poesía de Baudelaire: la lectura que de Les Fleurs du Mal hizo Walter Benjamin constituye un punto de inflexión determinante en la reflexión acerca del nuevo mundo que la ciudad moderna funda, señalando a través de los instrumentos de la reflexión teórica, una serie de constantes que, deformadas por la empuje de las transformaciones incesantes de las relaciones entre las urbes y sus habitantes, continúan aún vigentes. A pesar de esa vigencia, la irrupción, en los últimos tiempos, de una serie nueva de factores políticos, económicos y estéticos ha creado la necesidad de volver a pensar algunas cuestiones teóricas estrechamente vinculadas a la mutación que esos nuevos agentes han provocado en la relación entre las ciudades y las personas que las habitan. La construcción institucional de un discurso identitario que revisa, siguiendo el interés sospechoso de los poderes políticos, los modos de sujeción al entramado urbano, convertido ya en marca y señuelo de la victoria de los mercados y su ideología, unido a al fortalecimiento de un cierto y acrítico sentimiento de pertenencia que esos mismos agentes han ido potenciando, constituyen someramente dos de los elementos más significativos de esa deriva ciudadana que algunos, quizás de manera demasiado reductiva, no dejan de asociar a lo postmoderno.
Bajo el auspicio de la vocación ciudadana de Espai Freud, la tertulia que hoy proponemos pretende la difícil pero acuciante tarea de impugnar, sirviéndose del debate y las ideas, una feroz dimensión cultural que a través del urbanismo, la musealización o la deslegitimación absoluta de modelos alternativos, homogeniza imaginarios sirviéndose de un discurso falsamente abierto y tolerante. A partir de estas premisas quisiéramos tener algo que ver con lo que Michel Foucault definía, en un significativo texto titulado Des espace autres, como heterotopía: lugares concretos dentro de la yuxtaposición tópica en el que se estructura la ciudad, y en los cuales se ponen en acto procesos culturales y sociales invertidos que ponen en tela de juicio o representan, alterándolo, el sentido de los espacios centrales, asumiendo una espacialidad ficticia que, a su vez, posee plena existencia y materialidad. De entre ellos, destaca por su fuerza evocadora uno en particular: aquel que ofrecería la opción de mantener procesos de desplazamiento sin fin, de resistencia viva y en los que lo que cobra relevancia es el acto mismo de desplazarse, y no la performatividad de cada grupo o individuo: se trata del barco, ámbito estrechamente vinculado a la figura errante del artista, nuevo dispositivo espacial, “heterotopía por excelencia”, “lugar sin lugar” en constante flotación y deriva, que da aliento y posibilita la creación de imaginarios.
Referencias
Michel Foucault, Espacios diferentes, en Estética, ética y hermenéutica. Obras esenciales, vol. III, trad. de Ángel Gabilondo, Barcelona, Paidós, 1999. pp. 431-441.
Walter Benjamin, Charles Baudelaire, "Tableaux parisiens", en Obras. Libro IV/vol. 1, trad. de Alfredo Brotons, Madrid, Abada 2008
1 comentari:
M'agradaria que hi haguera llocs on la conversa fera possible espais d'enteniment i comunicació, jo ho faig a sovint amb els meus amics, companys i familiars, tot i que no tothom hi està disposat, cal trobar el lloc i el moment, però ens cal a les nostres ciutats eixos llocs de reunió, que ben bé podrien ser els vaixells, bars, cases particulars o les places, com ho estan fent els del maig mundial.
Estem en un moment clau de la Història i no només als foros i blocs d'Internet tenim encontres sinó que seria molt més prolífic i diguem-ne matern o diví trobar-los al carrer o personant-se físicament, la vella Àgora ha de tornar a la cultura occidental i vostès la hi plantegen. Ànim i endavant.
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